Esta preciosa foto que he encontrado al azar y que, de lejos, cualquiera hubiera dicho que se trataba de la rama de un almendro en flor, o quizá, de un cerezo, o, a lo mejor, de enormes copos de nieve o de algodón..., son unos tiernos y frágiles pajarillos que ahuecan su plumaje y se aprietan unos contra otros, para resguardarse del frío intenso, un día cualquiera del crudo invierno que ya se ha empezado a notar...
No tuve contacto con la nieve hasta ya mayorcita. Al menos, yo no tengo consciencia de ello. Sí recuerdo la primera vez que mi padre me llevó a verla. Yo muy abrigada, con abrigo bufanda y gorrito de lana. Sobre todo me sorprendió lo diferente que parecía el paisaje habitual, convertido de la noche a la mañana, en una inmensa llanura blanca, a la que el sol hacía brillar de una forma especial, casi deslumbrante.
Y también me recuerdo atravesando, en sueños, junto a mi madre, la avenida de siempre, con las ramas de sus árboles convertidas en frondosos arcos de algodón, mientras la nieve caía abundantemente y nuestros pies se hundían en una mullida alfombra blanca que lo cubría todo. Era un paisaje en blanco y negro, una especie de cliché, un paréntesis de la vida real, como si todo se hubiera quedado congelado y nosotras solo fueramos unas sombras en movimiento que andaran ligeras por salir de allí, en busca del sol, el color y la vida.
A mí me gusta ver la nieve, de día, a pleno sol, cuando ya ha cuajado lo suficiente y va extendiendo su extensa capa blanca sobre la ciudad, en el suelo, o por encima de los tejados, de modo que si miras el paisaje desde lejos, parece como una bandeja de pasteles recien sacados del horno, espolvoreados con azucar glass, o maquetas de belenes, hechas de corcho, con sus casitas todas iguales, cubiertas de harina, para deleite de quienes tienen la suerte de contemplarlo.
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TOLEDO |
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BOCAIRENT |
La nieve se disfruta cuando se contempla con perspectiva..., desde lejos, bien abrigada o desde un lugar seguro y calentito..., entonces sí que es una gozada verla caer en copos o pavesas, de forma pausada, relajadamente, con ese rastro de misterio y belleza que tienen todos los fenómenos de la naturaleza, difícilmente comprensibles, a veces, por los humanos.
Aunque, mientras cae, a la intemperie y con ventisca, es bastante desagradable, porque el frío se te mete en los huesos, los ojos se irritan, las manos y los piés se quedan inertes, el pelo se te "enguachina"...
En fín, nada que un buen abrigo y unos guantes; unas botas aparentes y un gorro hasta las cejas, no puedan remediar al instante...
Aunque para gorro, gorro..., el de la niña de abajo, con maxi-cuello incorporado y hasta ¡¡orejas!!...
Aunque para gorro, gorro..., el de la niña de abajo, con maxi-cuello incorporado y hasta ¡¡orejas!!...
Y es que ya de pequeña, hay que abrigarse, pero sin olvidar el glamour.
"Antes muertas que sencillas"...
...Porque si encima de ir abrigada, una va luciendo palmito, y a la última, no habrá nieve ni frío que se resistan...
¡¡ Me voy. Que vuelve a nevar.!!
Adiós eh???...